Hola.
Qué tal vaina, todas las noches la misma luna abusivamente luminosa. Mi departamento, de tres por tres, tiene una ventana pequeña desde donde se ve el lago y por donde entran los rayos rabiosos de la noche para arrancharme la paz de la oscuridad, quitarme la seguridad de la ceguera general. No, no vivo en un barrio acomodado, como te decía, está en el centro del pueblo. Creo que sería mejor decir que el lago es el centro, las casas se plantaron como una costura alrededor de un parche, lo de centro es una entelequia necesaria, debe haber un lugar de reunión, cerca de donde vivo están las rieles por donde pasa el tren y alrededor de la estación el dificio edilicio desde donde el alcalde regenta, la iglesia desde donde el cura atiza, el correo a donde llegan tus fotos y la Cámara de Pesca donde planifican como atrapar peces entre la basura y los orines del lago.
San José de la Luna se vende a los turistas como la tierra donde hay un atardecer hirviente que ver y una luna llena con la cual lidiar; los turistas, que llegan en el tren porque nadie se atreve a la carretera, se pasan los días y las noches de juerga. “Chico, en tu pueblo siempre es de día”. Sí, siempre, los que tenemos que trabajar no disfrutamos tanto de tanta claridad. Está bien, insisto, no es un lago, es una laguna que tiene casas por orillas. Nosotros preferimos los botes con remos a los autos o un kayac a una moto. Siempre es mejor, las embarcaciones con motor están destinadas a encallar en cajas de cartón, papeles continuos de roles de pago, maderos que aún no se pudren, enormes papayas o restos de otros navíos que sucumbieron a la laguna. Hay todas las cosas flotando, te puedes encontrar con el cadáver de una vaca o de una persona, inflados y verdosos; todos quienes vivimos aquí sabemos que para atracar en el muelle del estadio de fútbol, a la derecha de mi departamento, hay que hacer un rodeo para no chocar con el fuselaje de la avioneta que se estrelló hace tiempo; los perros han aprendido a subirse en la osamenta de una puerta y remar con la pata trasera izquierda para llegar al mercado a buena hora; los niños no se meten al agua, ni en juego esa masa de agua cubierta por una nata de basura sirve como objeto de diversión: pueden salir con un alambre de púas como cinturón. Todas las casas tienen ventanas que miran hacia el lago, creo que para vernos entre seres humanos decentes que sobresalimos de los desperdicios, o sea la vida que pelea contra ese paisaje fulero. No, no hay calles. Hay un camino que rodea la laguna y que tiene todo el polvo que le sobró al mundo, entonces sigue siendo más saludable navegar que, por ejemplo, rodear el pueblo en bicicleta. Hay vecinos que cuando sienten que un vehículo se acerca cagando polvo como un aguacero le tiran baldes de orinas, ¡que no se le ocurra volver!. Imagínate que te suceda mientras conduces moto o bicicleta. El polvo de las casas, las cabezas y las gargantas no se aplacan con agua; es tanto peor.
No, no te extraño. Es una pregunta directa de tu carta y la respondo, no te extraño, extraño hablar contigo, es harto diferente. Si pudieras mandarme solo tu voz que relatara tus pensamientos podría convivir con tus palabras largo tiempo, pero muy largo tiempo. Quitaría las fotos que han perdido los colores y han quedado como negativos plateados gracias a la luz de la luna, pero a tu voz la colgaría en el centro de la habitación y me quedaría escuchándola siempre y no me importaría si hay sol reverberante o luna ardiente. Allí estaríamos tu voz y yo; yo sin vos me arroparía con mis brazos y eso sería suficiente; tu presencia completa es como la laguna y es como la luna.
No, mi madre no ha mejorado tampoco, está con esas infecciones típicas del pueblo. Ya sabes, a la hora de los locos, cuando la luna muerde con su luz, tomó un enorme vaso de ron al que le añadió un tanto de agua de la laguna y al día siguiente vomitó hasta los riñones. No ha llegado el tren con la medicina y no ha venido hace mucho el hierbero con algo que le alivie. Seguramente en unos tres días mi madre será otro obstáculo en las rutas de la laguna. Qué le vamos a hacer. Mejor morirse de alguna enfermedad conocida, digo yo.
Sí, te voy a seguir escribiendo, porque solo tus palabras son ese rayo de oscuridad pura y simple que necesito para seguir viviendo.
Besos.
José.
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